Economía es una parte innegable y esencial de la sociedad, de la comunidad realizando la potencial de la interrelación entre los diversos miembros, fragmentos y segmentos. La economía es igualmente el verdadero espejo del príncipe, del arte de gobernar, ya que durante el buen gobierno, se enflorece y los habitantes prosperan, en cuanto a su contrario, los fondos se agotan, el hambre y la crisis reinan las calles y los campos y surge la tensión, rastreando con ella el crimen y el odio.
En España, a lo largo de la primera mitad del siglo XVII, la situación económica llegó a ser un tema que causó un declive sustancial tanto al nivel nacional como internacional. Se han surgido problemas a partir de una acumulación de acontecimientos de un lado naturales y del otro, en consecuencia de la mala gestión administrativa. La decadencia se generaba mediante consecuencia de varias crisis, individualmente mal gestionadas. Algunos ejemplos son la baja en producción mineral proveniente del Nuevo Mundo y el declive de la industria y el comercio en el lado peninsular.
Otras crisis destacadas: alrededor de 1595-1601 había recesión agraria en varios lugares en el reinado español. Las crisis fueron causadas por el continuo descenso de comercio con América (empeoradas por la derrota de la Armada Invencible de 1588), las oleadas de peste y el cese comercial del eje Medina-Burgos-Países Bajos (esencialmente por la vuelta a las confortaciones bélicas tras el final de la tregua de doce años (1621) y el principio de la Guerra de los treinta años en 1618)[1]. Añadimos a eso los constantes problemas al nivel local entre los nobles gobernantes y el rey. Por ejemplo, el servicio de Millones (creado por Felipe II en 1591) que según reclamaban los nobles no fue sino impedimento a la recuperación y descenso económico. Además de la política de juros del estado.
A continuación, propongo los siguientes puntos para esbozar un panorama sobre la situación política, económica y social durante el siglo XVII. Estos puntos resumen tanto ciertos libros y artículos de investigación[2] como escritos de los arbitristas[3].
* Fuerte despoblación, uno de los resultados fue tras las expulsiones (los judíos en 1492 y los moriscos en 1609), la incesante negativa inmigración (principalmente a las Indias) y las constantes guerras, todo aquello dejó las tierras desatendidas, comercio estancado y baja de circulación de mano de obra y transacciones.
* Inversión en juros en vez de invertir en la actividad industrial y comercial, la gente afortunada invertía en el gobierno comprando su deuda. El juro ofreció más alto porcentaje y más ventajas comerciales frente a la actividad mercantil más bien especulativa e insegura (sobre este punto me detendré más en adelante por relevancia al tema de mi investigación).
* Desproporcionados gastos de guerras, entre tanto para el magnánimo ideal de Olivares de unión general bajo la corona española (Unión de Armas[4]). Esta “política fiscal de guerra”[5] es esencial en las consecuencias destructivas y la incapacidad de recuperación. Es decir, el imperio español, rodeado por fronteras muy extendidas y a menudo ardientes, tuvo que gastar enormes fondos no solamente en la protección de las fronteras sino cada vez de nuevo en aplastar revueltas y rebeldías.
* Explotación de la economía española por el oficio de asentistas (en particular, los genoveses), quienes tomaron ventajas de las necesidades del imperio por dinero en líquido.
* La retirada de oro y plata del reino es un ejemplo de dichas ventajas. El oro y la plata eran la riqueza más sólida en la época y guardaron un equilibrio monetario frente a los otros reinos. Además, los necesitaban para mantener un buen nivel comercial ya que tenían que circular los metales dentro del Imperio. Sin embargo, los franceses, holandeses, ingleses y todos los reinos alrededor se apoderaban de dichos metales preciosos en cuando podían.
* Fuerte inflación debido a la desesperada política monetaria, proviene principalmente de Olivares[6].
* Escasez de mano de obra, además de la expulsión, entre el sistema de mayorazgo, los eclesiásticos y los hidalgos que el trabajo les parecía un hecho vil y despreciable, solo se quedaban pocos a realmente producir y engendrar economía.
Las bases que se manifestaban mediante los acontecimientos siguen a una mentalidad en aras del cambio que, en parte, fue lo que promulgó el final del sistema feudal tan solo un siglo antes. Este movimiento, hacia la centralización por unión sigue siendo una de las teorías económicas más importantes. Una economía en la que su primer modelo es el mercantilismo, o sea, en el cual las actitudes de las personas ante el hecho económico. En términos más recientes, aunque algo anacrónicos hablando de finales del XVI, principios del XVII, se puede aludir al primer capitalismo[7]. El espíritu en capitalismo es, en parte, la necesidad de instituciones (principalmente el estado), ya que sin instituciones no hay sociedad, no hay un cuerpo orgánico en el cual el movimiento es su primer incentivo. Es decir, los individuos (también agentes o empresarios) responden a un entorno enfrentándose a la sociedad estamental.
Este sistema en construcción requería un esfuerzo del parte de las instituciones establecidas, ya que se genera la creación del monopolio. O sea, un privilegio dado sea por la institución sea por el mercado (los consumadores). En el caso del Conde Duque, siendo la institución, era una clave de negociación para conseguir apoyo a sus proyectos. Su capacidad de gobernar no le bastaba frente de la visión del dinero que distorsiona la perspectiva de lo importante. El dinero se trasforma en la mejor herramienta para llevar a cabo los ideales.
[1] Puntos mencionados en Etreros, “Bibliiografía de sátiras contra el Conde Duque” en, p.173.
[2] Para un estudio más detallado se puede referirse a: A. Domínguez Ortiz (1984), J. H. Elliott (1991), Hamilton (1949), G. Enciso (1986), Colmeiro (1863), J.Boyajian (1983), G. Guerra (2005), Gutiérrez Nieto (1996).
[3] Martín González de Cellorigo es sin duda la fuente esencial tanto para los investigadores mencionados como para los propios arbitristas.
[4] Aparentemente, como en los casos precedentes, los arbitristas, procuradores y ministros reclamaban un tal proyecto o diferentes medidas con este fin. Elliott da el ejemplo del conde de Salazar (presidente del Consejo de Hacienda) que en el 2 de diciembre de 1618, decía la falta de contribución de los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña. También el Consejo de Castilla repetía esta llamada la atención en febrero de 1619. Además, Elliott y de la Peña citan a Pedro Fernández de Navarrete de su Conservación de Monarquías refiriéndose a la importancia de la unidad económica. (Elliott y de la Peña, 1978, Tomo I, p.174).
[5] Gutiérrez Nieto, 1996, p.460
[6] Se puede imaginar el precio de un pan valía un día 90 céntimos y una semana después 9 euros, lo que por supuesto creó una situación precaria.
[7] Puntos destacados del libro de Enciso, 2012.
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